Jorge Adolfo Ríos es oriundo de Basavilbaso, Entre Ríos. Vive en Quilmes hace más de 50 años. Allí, formó una hermosa familia y junto a Cristina pudieron comprar su casita, donde luego trajeron al mundo a sus hijos Gabriela, Cecilia y Federico.
El pasado viernes 17 de julio, Jorge casi pierde la vida a manos de un grupo de delincuentes que rompieron la puerta de su casa y lo golpearon salvajemente para intentar sacarle todo lo que tenía.
Entonces Jorge sacó su pistola Bersa Thunder calibre 9 milímetros y disparó hiriendo a uno de los malvivientes quien murió en la calle. Esta triste historia convirtió a Jorge Adolfo Ríos en el “El jubilado que mató a un ladrón”.
Pero, ¿quién era Jorge antes de esa noche?
"Un laburante de toda la vida. Si algo nos inculcó papá es la cultura del trabajo" Comentó su hijo.
Por la década del ’70, Jorge se mudó de Concepción del Uruguay para instalarse en Buenos Aires en busca de trabajo. Entró a la planta de Peugeot, donde se desempeñó como capataz y haciendo controles de calidad. También trabajó en Abbott Laboratories y en la reconocida empresa de materiales eléctricos Kalop. “Todo gracias a su esfuerzo, compromiso y forma de ser, porque no tiene estudios universitarios”, dice su hijo.
Hace 20 años, Ríos comenzó a dedicarse a la herrería. Montó su primer taller en el fondo de su casa y comenzó a relizar trabajos para los vecinos de su barrio. “Un cuarto de los quilmeños tienen sus rejas. Lo mismo sucede con los tachos de basura: hay hasta en Villa Bosch”, cuenta Federico orgulloso. Paradójicamente, colocó las rejas en casi todas las casas de la cuadra para que la gente esté más segura.
En 2013 Jorge enviudó y sufrió un infarto, lo que lo llevó a la difícil de aflojar con el taller y dedicarse a acompañar a sus hijos y nietos.
Como padre, asegura Federico, Jorge fue un tipo estricto, pero nunca de más. “Cuando era chico, para la época de las fiestas, yo quería tirar cohetes. Él me decía: ‘Es peligroso’. En vez de prohibírmelo, me hacía poner guantes, antiparras y un delantal para protegerme”, cuenta, haciendo referencia al equipo de protección de su padre.
“Mi papá siempre fue un defensor de lo suyo”
Esta es la historia de un laburante, que se sacrificó para poder comprarse cada herramienta de su taller, cada posesión de su hogar y poder cuidar a su familia. Es una historia más del asedio de la delincuencia y sus consecuencias.
Ellos ya forman parte de la Bolsa de Trabajo
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