Nacido en Santa Clara de Saguier en 1946, llegó con su familia a San Francisco y ni bien desembarcaron se fueron a trabajar a la zona rural, donde aprendió los más diversos oficios.
Don “Casquito” es como lo definiría Eduardo Galeano, “un todero” y él mismo lo reconoce: “Hice de todo, con solo sexto grado fui técnico en quesos, trabajé en mantenimiento en los molinos de Boero, hice carpintería, era antenista y herrero”.
Fue un ingeniero húngaro el que le enseño a trabajar en herrería metálica. “El hombre era ingeniero y había llegado a la ciudad para hacer la remodelación del molino, yo le alcanzaba las herramientas y miraba. Hasta que un día me dijo ‘yo me voy, ¿querés quédate en mi lugar? Pero no sé hacer nada, le contesté. ‘Ahora yo te alcanzo las herramientas y vos trabajás’. Y así aprendí un montón de cosas”, recuerda.
Aunque jubilado, Casco sigue acompañando a su nieto Joel (26) a trabajar a las obras, ya sea en la ciudad o la región. Él dice que lo toma como hobby, aunque en su familia no le creen, saben que se toma en serio cualquier tarea que implique su arte.
“Toda la vida trabajé más de 11 horas por día y lo mantengo, ahora un poquito a la mañana no me dejan salir tan temprano -se ríe-, recién a las 8 ya puedo salir, pero nunca tuve horarios. Supe trabajar hasta las 3 de la mañana. A veces terminaba a las 12 de la noche y a las 4 ya estaba arriba. Me había acostumbrado al trabajo en el campo y porque antes todo se había de manera manual, no tenía muchas herramientas así que eran varias horas de trabajo”.
Omar fue el constructor de la primera isla o aula externa de la UTN San Francisco, y cuenta al respecto: “Fue un trabajo lindo. Después llamaron a una empresa mediante licitación que trajo a todos sus trabajadores para hacer más islas. Pero resulta que después me llamaron a mí para reforzar todo lo que habían hecho”, comenta con una sonrisa.
-¿Y cuál es el secreto de que aún jubilado lo sigan llamando de todos lados?
“No sé cuál es el secreto, dicen que sé trabajar, pero no sé -se emociona-. Creo que el respeto ante todo. Tengo clientes que me dan la llave de su casa para que entre y trabaje, la gente que me conoce me tiene confianza. Yo me siento de 40 años, hago lo mismo que mi nieto. Por ahí tuve más suerte en la salud y creo que porque nunca paré de trabajar, creo que eso me ayudó a mantenerme ágil, nunca fumé, nunca tomé de más. Mi único vicio es que me hice adicto a la Coca Cola”, responde entre risas.
En la actualidad continúa trabajando mayormente de manera manual, por encargos de clientes de muchos años y con algunas herramientas que él mismo fabricó. También realiza dibujos artesanales con chapas, alambres o hierros a pedido de distintos artesanos locales. Pero dice que lo que más disfruta es trabajar en los techos de las viviendas y en la construcción de grandes galpones. “Lo mío es trabajar con los hierros, con grandes estructuras”, se define.
Ellos ya forman parte de la Bolsa de Trabajo
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